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Vaya a saber dónde y cuando mi genética necesitó su abrazo. Quizás la represión de antaño, divulgó el frío en mis venas; tal vez el calor del viento me arrimó pa ahogar penas. Mate, estaño y soledad valiente acaloran mis horas entibiando el vientre.
Capítulo 122 Los Reyes Magos ¡Qué ilusión, esta noche, la de los niños, Platero! No era posible acostarlos. Al fin, el sueño los fue rindiendo: a uno, en una butaca; a otro, en el suelo, al arrimo de la chimenea; a Blanca, en una silla baja...