Hasta conocerla, yo había sido atildado, atemperado, abstemio y bastante estúpido. No había conocido más que mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes debajo de las raíces negras de sus teñidos quemados...
Después del último trago, encendí un cigarrillo. Sólo tenía unas monedas y llevaba tres días de ayuno. Ella se había ido como un pájaro que parte hacia alguna parte tajando en dos el pasado...
En la maquinaria de la empresa, Susy era sólo una arandela sujeta a los empujones del jefe. Además del bálsamo, le servía té verde y le contestaba con odio las llamadas de su esposa. También llenaba planillas...