Angel Pedro Zeli no había cumplido los 50 años aquella noche de agosto. Era obrero metalúrgico, delegado sindical de su fábrica en Quilmes y llevaba 30 años afiliado al PC. Tanta lealtad le había valido contar con la vivienda de casero del local...
Hoy juno azorado bailar nuevos tangos que hasta en ojotas salen a danzar Si estuviera vivo el gran Virulazo en cada milonga se echaría a llorar...
Chola mi reina del plata sirenita del riachuelo despréndete los ruleros y abajate el corsete mi papusa, la gran siete que te quiero acariciar si no me voy a raspar con las ballena que tiene...
Con el funyi negro tapando su mirada iba el guapo taconeando en la vereda monograma en el lengue de buena seda y un ambo de primera lo empilchaba...
Allí en esa esquina me apretó la noche, un funyi de sombras le calzó a mi espera, y un lengue de luna cubrió a mi quimera, penumbras de huida en su negro broche, Se hace interminable la noche y la espera, faroles que danzan con luz mortecina...
Vení pebeta a mis brazos y escucha la serenata, que bate mi corazón, como guitarra afinada, luciéndose en pinceladas, al sonar su diapasón...
Con las pilas algo flojas de pasados calendarios junando, vivos y otarios, chorizos y bagayeros, del picado en el potrero y de cerveza a esquineros, Pederastas por la yeca exhibiendo siliconas pibes pidiendo limosnas para llevar al buyón, dengue...