El cuello de Kenshin Himura sangraba de una herida mortal. Le dolía su fracaso. Su cabeza se desprendía ligeramente liberando las enseñanzas de su padre: el arma mas letal de un samurai es su propia convicción...
Decían que estaba loco o venía de otro mundo. Antes del amanecer se lo divisaba apilando los ladrillos. El espectáculo intrigaba a la vecindad que acudía a ver su trabajo. Cerca de cincuenta años llevaba haciendo lo mismo...
Se amaban con locura, pero el amor les había llegado en tiempo de infortunio. Estaban atrapados en un acantilado y tenían que saltar al vacío. Ella le decía: te amo y cuando hayamos saltado podremos vivir en plenitud nuestro Amor...
Todas las mañanas antes del desayuno, el Papa realizaba un paseo por la Plaza. Esperaba ansiosamente ese momento tan cotidiano. Para la ocasión no se colocaba el anillo, ni su capa, ni su sombrero...