Querida Magdalena: Como tú ya sabes, desde hace diez años la caverna desolada es mi único refugio. Esta enfermedad fermenta la carne de mi cuerpo llenándola de gusanos apagando, poco a poco, su frágil vitalidad...
No me busques en la cruel sonrisa de un vanidoso titere del terror con gélidas medallas de sangre; mejor búscame soñando con un arco iris de esperanza surcado por la paloma de la Paz. No me busques en el fragor de la batalla...